
De die in diem
El 6 de diciembre de 2019 varios medios de comunicación reportaron el descubrimiento del yacimiento Quesqui con supuestamente 500 millones de barriles de petróleo de reservas probadas. ¿Por qué este descubrimiento es una mala noticia para México? En 1981 México era la cuarta potencia productora de petróleo en el mundo, sólo detrás de la Unión Soviética, Arabia Saudita y Estado Unidos. El Presidente López Portillo declaró que los mexicanos habíamos sufrido carencias ancestrales y que de ese entonces en adelante íbamos a administrar la abundancia. Todos conocen el desenlace de esa historia: la crisis económica, la inflación, las devaluaciones y el control de cambios de 1982. En la serie televisiva “Mitomanía” de Netflix, un personaje define la locura como hacer lo mismo esperando distintos resultados. Dentro de la estrategia del Presidente López Obrador, PEMEX lleva la carga que tenía hace 40 años con un mundo completamente distinto al de aquellos años. De acuerdo con Irving Gatell, en un hilo publicado en Twitter el 8 de julio de 2019, el plan de López Obrador consiste en emular a Hugo Chávez. Sin embargo, el ex Presidente de Venezuela contó con precios históricos en el petróleo y bastante capital para que varios países giraran dentro de su órbita: Cuba, Bolivia, Argentina y Ecuador. En junio de 2019 el Presidente López Obrador donó 30 millones de dólares a El Salvador para su desarrollo económico. Luego el Presidente de El Salvador; Nayib Bukele, traicionó al Presidente López Obrador al reconocer a Juan Guaidó como Presidente de Venezuela y dar un plazo de 48 horas al personal de la embajada de Venezuela para abandonar el país en noviembre de 2019. Ni siquiera le alcanzó para comprar la lealtad de un país centroamericano. En el pronóstico de Irving Gatell, el Presidente López Obrador no va a tener tiempo para generar la bonanza que desea y contar con el dinero para poder comprar clientelas y lealtades, especialmente las de las fuerzas armadas ya sean civiles o militares, por lo que habría que esperar lo peor: un golpe de estado. Aunque el pronóstico suena alarmista, no es improbable. Hay quienes aseguran que México no se puede convertir en otro Venezuela por la vecindad con los Estados Unidos. López Obrador ha cedido en todo con tal de mantener el T-MEC. En lo único que no cedió fue en el petróleo, lo que menos valía dentro del acuerdo y estuvo dispuesto a destrozar la industria automotriz que crecía a doble dígito y que había convertido a México en potencia exportadora. No se conocen los detalles del acuerdo, pero se rumora que Estados Unidos y Canadá le impusieron a México un sueldo de 16 dólares por hora para los trabajadores de las armadoras con el propósito de que el país pierda competitividad. ¿Lo lograrán?
En la obra Comentarios e incitaciones de Manuel Atienza, hay un capítulo titulado “¿Una visión postpositivista de los derechos? A propósito de un libro de Bruno Celano” en el que Atienza dice que Celano parte del análisis de una Jurisprudencia anglosajona del siglo pasado para llegar a la conclusión de que los derechos no pueden reducirse a normas. Es decir, en la opinión del autor sobre Celano, para este último el Derecho es una práctica social destinada a la realización de fines y valores. En la conferencia que el ITAM organizó el 10 de octubre de 2019, Manuel Atienza dijo eso mismo. De cómo la concepción del derecho para el positivismo jurídico se limitaba a un conjunto de normas jurídicas; todo se resumía en las reglas. A pregunta expresa de quien escribe estas líneas, para los neoconstitucionalistas todo se limita a los principios y las reglas se subsumen a los principios. A decir de Manuel Atienza, el postpositivismo tiene una concepción dual del derecho, si bien es un conjunto de normas jurídicas, también es una práctica que busca la realización de valores y principios. El problema se reduce a la división entre moral y derecho. Para los postpositivistas esta división no existe por las mismas necesidades del derecho; se preguntan cómo se puede fundamentar la dignidad humana sin recurrir a argumentos morales. Pero al mismo tiempo, los postpositivistas hacen la distinción entre el razonamiento jurídico y el razonamiento moral y sus diferencias, es decir, reconocen la distinción entre moral y derecho. A mi manera de ver, la distinción de Kelsen no está peleada con esta concepción, pues Kelsen marcó una división entre el derecho y la moral absoluta, del tipo que defiende la Iglesia católica. La moral relativa es un presupuesto del positivismo jurídico, y en todo caso, la moral que se tendría que observar es la moral interna del derecho. Celano, como el mismo Atienza reconoce en su libro, nunca dice que no sea positivista, esa es una conclusión del autor que lo coloca en la misma corriente que Dworking, Alexy, Nino o MacCormick y que él ha denominado postpositivismo.
En la obra Cómo leer un libro, Mortimer J. Adler y Charles van Doren explican que los griegos llamaban somóforos a quienes han leído mal muchos libros. Para evitar caer en dicha distinción, los autores argumentan que hay que distinguir entre las clases de aprendizaje. Existe, de acuerdo con Adler y van Doren el aprendizaje por descubrimiento y el aprendizaje por instrucción. En esta última, el aprendizaje ocurre cuando una persona viva enseña a otra mediante el lenguaje. Empero, se puede obtener el conocimiento sin que nadie enseñe. De otra manera sería imposible enseñarle a los profesores todo lo que debe enseñarse. Se produce entonces el aprendizaje por descubrimiento, el proceso de aprender algo por investigación, la búsqueda o la reflexión sin el profesor.
En la obra La idea de la justicia de Amartya Sen, se cuenta la historia de tres niños que disputan una flauta. Anne reclama la flauta porque es la única que sabe tocarla. Bob reclama la flauta porque es tan pobre que no tiene otro juguete. Carla reclama la flauta porque ha trabajado diligentemente en fabricarla. Lo interesante del ejercicio es que si uno no conoce los argumentos de los otros niños, tiende a favorecer al último de los alegatos. Este cuento tiene como objetivo demostrar las distintas posiciones que se pueden adoptar ante un mismo problema. El igualitarista económico favorecería a Bob con el objetivo de reducir las diferencias económicas en la población. El utilitarista dudaría entre darle la flauta a Anne o a Bob. El utilitarista tendría que ponderar entre el placer que obtiene Anne al tocar la flauta y la felicidad del niño pobre al obtener un preciado juguete. El libertario no dudará en darle la flauta a Carla porque nadie debe ser privado del fruto de su trabajo. Paradójicamente, la idea del derecho al fruto del trabajo une a libertarios de derecha y a marxistas de la izquierda.
El 10 de octubre de 2019, el ITAM organizó un diálogo con Manuel Atienza quien leyó el prólogo de su libro Comentarios e Incitaciones y después tuvo a bien contestar algunas preguntas de los asistentes. Entre las cosas que criticó de Alexy y que comparto, fue la construcción economicista del método de ponderación de Alexy. La asignación de valores resulta completamente subjetiva. Si quiero que algo valga 5 y sea mayor que 3, es un capricho de quien asigna dichos valores. Incluso comentó una anécdota, cuando Alexy abrió algún máster o seminario en Alicante, un estudiante le preguntó cuánto valía la dignidad humana, y Alexy respondió con una cantidad exhorbitante. Atienza cita a Garcia Amado para quien la ponderación es una operación valorativa y escencialmente discrecional. En su libro Comentarios e incitaciones, Atienza afirma: “…la fórmula de peso no es un algoritmo que permita resolver de manera mecánica e incuestionable un problema de ponderación.”
San Agustín cuenta que el emperador Alejandro Magno le preguntó al pirata: “¿Cómo te atreves a molestar al mar?” Y este le contestó: “¿Cómo te atreves tú a molestar al mundo entero? A mí, que lo hago con un pequeño barco, me llaman ladrón; a ti, que lo haces con una gran armada, te llaman emperador”. Detrás de esta historia está la pregunta sobre la diferencia entre el pirata y el emperador. ¿Cuál es la diferencia? Robert Alexy cuenta la historia de unos bandidos que se hacen de un pueblo. Como trafican con los órganos de los habitantes, les prohíben el consumo de tabaco y alcohol. Incluso, llegan a establecer tribunales para juzgar las prácticas que consideran incorrectas. Y se pregunta si eso es un orden jurídico. Alexy llega a una conclusión similar a la de San Agustín. Alexy dice que lo que le falta al régimen de bandidos para ser un orden jurídico es la pretensión de corrección. La diferencia entre el pirata y el emperador es la pretensión de justicia.
A esto último ha renunciado Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México, al liberar a Ovidio Guzmán López e Iván Archivaldo Guzmán, los hijos del “Chapo Guzmán”, con el pretexto de salvar vidas. Como bien dice el periodista Carlos Loret de Mola, la liberación de estos peligrosos delincuentes no salva vidas, sino que pone en riesgo a la comunidad entera. El 14 de octubre de 2019 fueron asesinados 14 policías en la comunidad de Aguililla, en Michoacán. En el sepelio, los familiares de las víctimas exigían dos cosas; la primera de imposible realización era que se los regresaran con vida, la segunda era justicia. Al liberar a peligrosos miembros de la delincuencia organizada, el Presidente está renunciando a la pretensión de administrar la justicia y nos devuelve a los tiempos de la vindicta privata o la lex talionis; “ojo por ojo, diente por diente”. De acuerdo con las muy distintas y variadas versiones sobre los hechos, el Consejo Nacional de Seguridad Pública cedió al chantaje y liberó a los delincuentes, el Presidente López respaldó la decisión. Andrés Manuel borró la distinción entre el pirata y el emperador, ahora, tan delincuente es el Presidente como los hijos del “Chapo”. Nada une tanto como la culpa; antes se pensaba que el Rey y el bufón estaban por encima de la comunidad y eran sacrificables. Los aztecas que sacrificaban a sus doncellas demostraron que nada une más que sacrificar a los miembros de la comunidad. La decisión presidencial de liberar a los hijos del “Chapo Guzmán” no lo vuelve más humanista ni pacifista, lo convierte en cómplice de las muertes de soldados y policías en el cumplimiento del deber. José Francisco Fernández Santillán, en un tweet del 20 de octubre, dice: “Poder soberano significa poder sobre el cual no hay otro. Ese es el poder del Estado. Cuando AMLO aceptó el chantaje de los narcos, en ese instante entregó la soberanía y reconoció que el poder supremo lo tiene el crimen organizado…y dice que está espiritualmente tranquilo”. El poder soberano no reconoce superior. Laura Sarabia en la Enciclopedia Jurídica Online dice que la frase “Summa Potestas Superiorem Non Recognos Cens” significa: “La más alta potestad, poder, no se reconoce, no es necesario.” (CC BY 3.0) A Andrés Manuel cada vez le va a costar más trabajo que le reconozcan su corona de oropel, después de la capitulación la gente se ha dado cuenta que el rey va desnudo. El saldo de la detención y posterior liberación de los hijos del “Chapo Guzmán” fue de 13 muertos, entre ellos un miembro de la Guardia Nacional, un empleado de un supermercado y dos trabajadores de una carpintería. Sus muertes fueron inútiles y lo único que consiguió el Presidente López Obrador fue la más penosa humillación al Ejército mexicano de la historia reciente. Duele ver las imágenes de los sicarios conviviendo con los miembros de las fuerzas armadas. Convivencia obligada, pues ellos solo obedecen órdenes.
En la novela El misterio de Murano, de Marina Fiorato, cuando Corradino se despide de su maestro Giacomo, le da la cita de Dante que dice: “Non omnis moriar” (no moriré del todo) para después fingir su muerte y escapar a Francia con el secreto de los sopladores de vidrio de Murano. La trama tiene sustento histórico en lo que se denominó “La guerra de los espejos” entre Francia y Venecia. De acuerdo con el sitio de España del National Geographic, en 1665 el gobierno de Luis XIV envió espías a Venecia para convencer a maestros sopladores y romper el monopolio de la fabricación de espejos. Como Luis XIV gastaba fortunas en estos lujos, a su ministro Jean-Baptiste Colbert se le ocurrió la idea de desarrollar una industria local, ese fue el origen de la empresa Saint-Gobain y el primer caso de espionaje industrial. Al igual que en la novela, el embajador veneciano informa al Consejo de los Diez sobre la nueva fábrica francesa. Dicho Consejo trató de hacer regresar a los maestros venecianos al precio que fuera, por lo que Colbert tuvo que organizar la huida de sus esposas e hijos a Francia. El Consejo de los Diez decidió envenenar al mejor de los maestros, Antonio della Riveta, y para 1667 el embajador veneciano reportaba que el obrero se encontraba en el otro mundo, por lo que los desertores ante el temor de correr la misma suerte, pidieron perdón y regresaron a Venecia. En la novela, Corradino sufre el mismo chantaje, decide volver y sacrificar su vida para salvar la de su hija que se encontraba en el Ospedale della Pietà.
En la novela El secreto de Botticelli, su autora, Marina Fiorato, narra una historia ficticia sobre la obra La primavera de Botticelli. Es una historia de amor con final feliz que a veces cuesta trabajo creerse la trama, pero no por eso deja de ser interesante. ¿Qué se aprende de la novela? De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, la alegoría es una ficción en virtud de la cual un relato o una imagen representan o significan otra cosa diferente. Es decir, que la alegoría contiene un mensaje oculto sólo visible para los iniciados. De acuerdo con Fiorato, la alegoría se lee de derecha a izquierda. En la pintura, Céfiro se dispone a violar a Cloris. De acuerdo con la mitología griega, Bóreas y su hermano Céfiro competían por Cloris, este último la secuestró y tomó por esposa. Cloris tuvo dos hijas; Primavera y Carpo, la diosa de las frutas. La siguiente figura de la pintura es Flora, diosa romana de los jardines, las flores y la primavera. Flora está embarazada y en la representación de Botticelli da luz a Primavera. Encima de Primavera aparece un niño regordete que representa a Cupido, dios romano del deseo amoroso. Luego están las tres gracias o las Cárites: Aglaya (belleza), Eufrósine (júbilo) y Talia (abundancia). Finalmente aparece el auto retrato de Botticelli, representando a Mercurio, el mensajero de los dioses. En las notas finales, la autora explica que tomó la idea de la novela de un artículo de Enrico Guidoni (la autora nombra Guido a uno de los personajes de la novela en su honor) quien interpreta a las figuras de la pintura como ciudades italianas. Céfiro es Bolzano; Cloris, Venecia. Flora representa a Florencia, la Primavera que viste ropajes romanos obviamente a Roma, una de las Cárites que con su brazo forma la torre de Pisa a dicha ciudad, otra a Nápoles y la única que muestra el pulgar derecho es Génova. Botticelli, que también es Mercurio, representa a Milán. Chi-chi, la prostituta que posa como Flora para Botticelli, solo se sabe tres frases en latín: Cucullus non facit monachum (el hábito no hace al monje), timeo danaos et dona ferentes (hay que temer a los regalos de los griegos) y ver fugo Hiberna (la primavera persigue al invierno). En la novela, todas las mujeres representaban a alguien vivo con excepción de Fiammeta (Génova), musa de Bocaccio. Tal vez, por esa razón, Sarah Dunant nombra a su personaje de La Cortesana como Fiammeta Bianchini. En la novela El secreto de Botticelli, la autora juega con la idea de la alegoría y con las múltiples interpretaciones de la pintura.
En la novela La Cortesana de Sarah Dunant, la autora narra las peripecias de Bucino, un enano, y su ama; la cortesana Fiammeta Bianchini, por sobrevivir en Venecia después de haber huido durante el Saco de Roma (saqueo de Roma de 1527). Ambos son personajes de ficción que alternan con otros reales como el pintor Tiziano Vecellio y el escritor Pietro Aretino. En la novela, la autora supone que es la cortesana quien posa para el pintor, aunque dice, le cambia el color de los ojos para evitar que la reconozcan. La pintura estuvo en el estudio de Tiziano hasta 1530, después pasó a Urbino en 1538. Fue comprada por el heredero del duque de Urbino. De ahí el título de La Venus de Urbino. La obra se encuentra actualmente en la Galería Uffizi, en Florencia.
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